Como parte de la Cultura de la Integración que se está construyendo en el país, se va gestando una transformación educativa, cultural y social que El Salvador necesita.   Este  nuevo acceso a las universidades, no solo promueve un nuevo sistema de continuidad académica que reemplaza a un viejo, injusto e ineficaz sistema de becas que solo elije a unos pocos jóvenes, sino que también significa el comienzo de un verdadero desarrollo que sirve para ir rompiendo con ese embudo social que divide a todo un país.  Jóvenes, familias, escuelas, universidades, empresas, junto a otras instituciones se acercan, estrechan sus relaciones y se revitalizan en este proceso de integración construido entre unos y otros.

Hablo de transformación educativa porque permite por un lado, una continuidad académica que no era posible para los estudiantes pobres y por el otro, una formación profesional más acorde a la realidad del país.

También me refiero a la transformación cultural, al crearse un acuerdo distinto para construir juntos entre unos y otros, que impacta en el hacer pero también en el ser.

Por último, menciono la transformación social que se empieza a ver en esa ida y vuelta entre las instituciones de uno y otro ámbito. Sus integrantes comienzan a reconocerse mutuamente y a romper con barreras que van quedando en el pasado. Hay un proceso de integración que se va fortaleciendo y que impacta a quienes participan de él.